Un viaje cultural a través de la ruta de los cátaros implica adentrarnos en el movimiento religioso que se extendió por el sur de Francia a mediados del siglo XI y XII. A través del sur de Francia, este viaje cultural nos introduce a la fascinante historia que recubre esta orden, clandestina, finalmente, y perseguida, y de la cual sus vestigios han perdurado hasta nuestros días.
¿Quién eran los Cátaros?
Los cátaros fueron un grupo religioso, una escisión del cristianismo originaria de la zona de la antigua región de Occitania, al sur de Francia, concretamente en el antiguo Condado de Tolosa. Se consideraban a si mismos como los herederos del cristianismo original y predicaban un evangelio sencillo, accesible al pueblo, además de renegar del antiguo testamento. Todo esto suponía un desafío a la iglesia romana y al orden establecido, por lo que, pese a que en un principio no fueron vistos como una amenaza, poco a poco, su popularidad y expansión, hicieron que se percibieran como una amenaza.
El término cátaros proviene de la palabra griegoa kataroi, que significaba puros. Este grupo se consideraba a si mismo como los cristianos puros.



¿Porqué se convirtieron en una amenaza?
El principal punto de desencuentro entre la doctrina cátara y la iglesia fue la propia concepción del mundo. Para los cátaros el mundo material o terrenal era una creación del diablo, lo que implicaba que los seres humanos vivían en el mismo infierno, o una creación diabólica parecida. Los cuerpos materiales, en tanto que formaban parte de la misma realidad, eran también creaciones del diablo, por lo que reducía al individuo a un alma creada por Dios, metida a la fuerza por el diablo dentro de un cuerpo carnal.
La doctrina en si, pese a la visión particular del mundo que tenían, no parece suficiente para que la iglesia la considerara una amenaza. Sin embargo, esta concepción, alteraba dos aspectos fundamentales del orden establecido que amenazaban el poder de Roma:
- Implicaba que Jesucristo nunca había descendido, ya que los cuerpos eran una creación diabólica. Dios nunca podría haberse encarnado.
- Al reducir lo material a lo diabólico, los conceptos de salvación, pasión o pecado, dejaban de tener sentido. El hombre no necesitaba salvarse, pues ya lo estaba, únicamente estaba aprisionado en un cuerpo físico temporalmente. La muerte era la única salvación y todos los actos o acciones en la vida terrenal no tenían ninguna trascendencia.
- Toda esta concepción, mucho más sencilla para el pueblo, convencía a una gran parte del pueblo llano, entre otros factores porque, además, los cátaros no predicaban en latín, sino en la lengua del pueblo.
En primera instancia, Roma pidió a Ramón VI que, Conde de Tolosa, que ordenara a sus obispos, y clero en general, que hicieran un mayor esfuerzo en la predicación de la doctrina de Roma. Sin embargo, en contraposición con los predicadores cátaros, los cuales eran gente de a pie, trabajadores, y con una doctrina moral muy rígida, el clero regular resultó poco convincente, por lo que el problema no hizo más que acrecentarse.
La segunda herramienta que utilizó Inocencio III fue la llamada a la cruzada. Ya que el Vaticano no tenía un ejercito propio con el que poder llevar a cabo este tipo de acciones militares, diferentes reyes se apuntaron a esta contienda, bajo un pretexto de guerra religiosa, pero con intereses territoriales y económicos detrás. El rey de Francia, Felipe Augusto, y sus nobles se unieron desde el primer momento, ya que ambicionaban las ricas tierras del sur, y el decreto papal permitía en este caso la expropiación, como ya hemos visto.
¿Cuáles fueron las consecuencias?
A principios del verano de 1209 el ejército cruzado se reunió en Lyon para, un mes más tarde, estaban a las puertas de Beziers. La ciudad se negó a entregar a los cátaros, por lo que finalmente la tomaron por las armas. Poco después llegaron a las puertas de Carcasona, la cual tomaron también. Este hecho produjo un efecto colateral, y es que el rey de Aragón empezó a sentirse amenazado por la cercanía de las tropas francesas a las fronteras de Aragón. Por ello, Pedro II de Aragón, se vió obligado a armar un ejercito y cruzar los Pirineos para enfrentar a los cruzados. Aliado con Ramón VI, se enfrentaron juntos contra el ejercito cruzado, capitaneado por Simón de Montfort, en la conocida Batalla de Moret. El ejercito occitano – aragonés sucumbió, muriendo en batalla el mismo Pedro II, lo que hizo que Simón de Montfort se quedará con el condado de Tolosa, donde el control francés pasaría a ser absoluto a partir de ese momento.