REFLEXIÓN VIAJERA
#02
Primera semana de noviembre, empieza a llegar el frío y con él los viajes de invierno. Por cómo funciona nuestra sociedad acostumbramos a asociar el viaje a la temporada de verano, pero creo que muchas veces menospreciamos el valor de viajar en invierno con frío. Yo lo reconozco, me desenvuelvo mejor con frío que con calor y aunque es cierto que hay ciertos países que es mejor visitar en verano, me encantan los destinos de invierno.
Viajar en invierno y con frío además nos da oportunidades únicas, sobre todo relacionado con la poca gente que nos vamos a entrar. No estoy hablando aquí de los viajes enfocados en el invierno, como podrían ser las escapadas a Suiza, Mercadillos de navidad, etc… sino a realizar viajes que haríamos en verano, pero, esta vez, en temporada de invierno. Para mí un buen ejemplo que siempre pongo es el Camino de Santiago. La mayoría de gente realizar el camino en verano, pero la experiencia de realizarlo en invierno es inigualable. Se trata de un destino o viaje que se ha popularizado bastante durante los últimos años y los que somos asiduos hemos visto como cada vez más y más gente se anima a hacerlo. Yo lo reconozco, no me gustan las aglomeraciones, por eso, desde hace años, solo voy al camino fuera de temporada y, la verdad, he descubierto un mundo que me ha fascinado. Mi primera vez en invierno me fascino y cautivó. Aquella soledad, el encontrarme a poca gente… hizo que me transportara a una sensación viajera más intensa, más autentica.
Por supuesto soy consciente de que no todo el mundo puede viajar durante todo el año y que, muchas veces, estamos condicionados por nuestras vacaciones. También sé que hay destinos que en invierno no se pueden visitar por sus propias condiciones climatológicas. Aun así, creo que es una reflexión que deberíamos hacer todos, para abrirnos a nuevas formas de viajar. A mí, personalmente, me encanta.