LOS TEMPLOS DE ABU SIMBEL
Nos adentramos en un viaje al corazón de Egipto para conocer uno de los conjuntos monumentales más famosos de la antigüedad. Los Templos de Abu Simbel.














Siempre es difícil escribir sobre Egipto. La magnitud del patrimonio que guarda el país del Nilo es tal que todas las líneas que se escriban sobre ello siempre son pocas. También es difícil decidir en que centrar nuestra atención: faraones, tumbas, templos, monumentos… en cualquier rincón podemos encontrar algo que atrape nuestra atención.
Si hacemos un repaso general de su historia, enseguida entendemos la importancia de lo que tenemos entre manos. Obviemos el periodo predinástico, es decir, la etapa de desarrollo de la civilización egipcia antes de la unificación del país bajo un solo faraón. Evento que tradicionalmente se atribuye a Menes alrededor del 3100 a.C, que aproximadamente duró desde el 6000 a.C. hasta el 3100 a.C. Si nos centramos solo en la época faraónica hasta la conquista romana (30 d.C), estamos hablando de una civilización que duró más de 3000 años. Aún con sus altibajos, podéis imaginar el grado de desarrollo que se gestó en esta parte del mundo.
Nuestro viaje de hoy a Abu Simbel nos llega a una etapa muy especial de esta larga historia. Así que, como siempre, empecemos por el principio.



Historia de Abu Simbel
Es imposible entender Abu Simbel sin hacer mención primero a la figura de Ramses II. Una de las figuras más icónicas de la historia del Antiguo Egipto. Reinó durante aproximadamente 66 años, desde 1279 a.C. hasta 1213 a.C., y su legado, en forma de construcciones monumentales, es sencillamente impresionante. Ramses quiso dejar muestras de su historia en caso todas partes de Egipto. Y es que, además de Abu Simbel, también fue el responsable de otros proyectos como el Ramesseum en Tebas o la ampliaciones de los templos de Karnak o Luxor, entre otros. Cada piedra tallada y cada estatua erigida bajo su mandato parecían tener el objetivo de asegurar que su nombre y sus hazañas fueran recordadas a lo largo de la eternidad. Algo que parece que consiguió.
Pero volvamos a nuestro tema de hoy. La construcción de los templos de Abu Simbel se llevó a cabo en un contexto muy específico, marcado por las ambiciones políticas, militares y religiosas de Ramsés II. Como hemos dicho, el faraón asumió el trono alrededor del año 1279 a.C.. Su reinado coincidió con una etapa de relativa estabilidad, pero también de tensiones con las regiones vecinas, especialmente los nubios al sur y los hititas al norte.
Por ello, los templos se situaron cerca de la frontera con Nubia, una región que fue fuente de recursos valiosos como oro, marfil y mano de obra. Además de ser un monumento dedicado a los dioses y al propio Ramsés, Abu Simbel tenía la función de servir como una especie de puesto avanzado simbólico. Una demostración del poder egipcio para a disuadir a las tribus nubias de cualquier intento de invasión o rebelión. Esto, además de la monumentalidad del templo, se hizo también con las escenas que se representaban en su interior. Una de las más conocidas es la de la Batalla de Kadesh, una de las batallas de carros más grandes de la antigüedad y fue crucial para la reputación de Ramsés como líder.
La Batalla de Kadesh, librada entre el ejército egipcio de Ramsés II y los hititas bajo el mando de Muwatalli II, es comúnmente representada en los monumentos egipcios como una gran victoria para Ramsés. Sin embargo, muchos historiadores consideran que este relato es más bien una exageración propagandística. En realidad, la batalla terminó en un estancamiento militar y ambos bandos sufrieron pérdidas significativas. Ramsés se encontró en una situación comprometida durante la batalla y tuvo que luchar arduamente para evitar una derrota total. El resultado final fue más bien un tratado de paz entre las dos naciones, lo que sugiere que no hubo un ganador claro



Abandono y (re)descubrimiento
Tras el auge del poder y la influencia del Antiguo Egipto, la región de Abu Simbel, como muchas otras, sufrió un largo período de abandono y olvido. A medida que nuevas dinastías y, posteriormente, diferentes imperios tomaban el control de Egipto los templos de Abu Simbel fueron quedando en desuso, olvidados y, finalmente, cubiertos y ocultos por la arena.
El redescubrimiento de los templos se atribuye al suizo Johann Ludwig Burckhardt, quien los encontró en 1813. Sin embargo, la entrada estaba tan cubierta por la arena que no pudo acceder al interior. Fue el explorador italiano Giovanni Battista Belzoni quien finalmente logró entrar en 1817. Lo que encontró dentro asombró al mundo. Una cápsula del tiempo que ofrecía un testimonio único del antiguo Egipto y, en particular, al reinado de Ramsés II. Las detalladas esculturas, relieves y jeroglíficos ofrecieron nuevas perspectivas sobre la religión, la política y la vida cotidiana de la época. Además, la monumentalidad de la construcción atrajo a viajeros e historiadores de todas las partes del mundo.
El redescubrimiento de Abu Simbel impulsó el interés por la egiptología en occidente y marcó el comienzo de una nueva era de exploración. No es de extrañar que desde entonces, Abu Simbel, se ha convertido en uno de los destinos turísticos más icónicos de Egipto.
La presa de Asúan y su reubicación
Hay otro episodio que cabe mencionar. Y es que la ubicación actual de los templos, no son las originales. En la década de 1960 empezó el proyecto de construcción de la Presa de Asúan, que representó un importante avance en el desarrollo de la infraestructura de Egipto. Sin embargo, la creación del Lago Nasser, el embalse formado por la presa, significaría tambiñen que estos antiguos templos, entre otros, quedarían sumergidos bajo el agua.
Ante esta inminente pérdida, la UNESCO lanzó una campaña internacional para salvar todo el patrimonio posible. El proyecto de reubicación de Abu Simbel fue quizás el más impresionante de todos estos esfuerzos. Los templos se desmontaron en grandes bloques y luego se trasladaron a una ubicación más elevada, a unos 200 metros de distancia de su emplazamiento original y 65 metros más alto. Este monumental traslado requirió un esfuerzo técnico y logístico sin precedentes. Se construyó una estructura de hormigón armado para alojar los templos en su nueva ubicación, y los bloques de piedra, algunos de los cuales pesaban hasta 30 toneladas, se reubicaron con una precisión milimétrica para recrear la orientación exacta de los templos originales.
Todo el proceso costó alrededor de 40 millones de dólares y fue financiado con la ayuda de más de 50 países. El proyecto se completó en 1968, y los templos se reabrieron al público en su nueva ubicación, donde continúan siendo hito impresionante de la ingeniería, tanto antigua como moderna.



Visitar Abu Simbel
Por su ubicación en el corazón del desierto, cerca de la antigua frontera nubia (hoy Sudan), llegar a Abu Simbel, dentro de un viaje a Egipto, requiere planificación. El punto más cercano desde donde visitarlo es Asúan, punto de llegada y salida de muchos de los cruceros que recorren el Nilo. Desde aquí tendremos dos opciones: llegar a través de la carretera, en un trayecto que dura aproximadamente 3 horas. O la otra opción puede ser tomar uno de los vuelos que cubren esta distancia, con una duración aproximada de 30 minutos.
A nuestra llegada, el impacto visual es brutal. Las gigantescas estatuas nos dan la bienvenida con una inmensidad que nos hace sentir pequeños. Un sentimiento que se repetirá varias veces mientras visitamos todo el patrimonio del Egipto antiguo. Entrar en los templos es igualmente impresionante. El interior del templo de Ramsés está adornado con relieves y murales que representan escenas de batallas, rituales religiosos y momentos de la vida del faraón. El templo de Nefertari, aunque más pequeño, es también increíble, con relieves y estatuas que muestran la importancia de la reina preferida de Ramsés.



Sin embargo, Abu Simbel, así como el resto de patrimonio egipcio, no están exentos de problemas. El turismo masivo y la poca rigurosidad en políticas de conservación ponen en riesgo todo este patrimonio. No es raro encontrarse con miles de personas haciendo cola para entrar a los templos, y la vigilancia en el interior brilla por su ausencia. Pese a que es una parte importante del patrimonio y riqueza del país, aún queda un largo camino para que, no solo Abu Simbel, sino todos los restos arqueológicos de Egipto, amplíen sus estándares de conservación.
Pero no nos quitemos responsabilidad. Pese a la falta de normas, debemos ser nosotros quienes mostremos el respeto por nuestra historia como especie, y por todo el legado que, afortunadamente, aún se conserva.
Como siempre, espero que os haya gustado. Si os ha resultado útil o creéis que le puede servir a alguien, podéis compartirlo con vuestros amigos. ¡También, os animo a que os paséis por el podcast de Objetivo Horizonte, para escuchar alguno de los viajes en los nos aventuramos!